Agitar a un bebé y que este se ría es una imagen habitual que provoca ternura. Sin embargo, si el zarandeo es intenso puede dar lugar a trastornos en los pequeños capilares de su cerebro. Hoy hablamos del síndrome del bebé sacudido (SBS).
El origen del término
El síndrome del bebé zarandeado o sacudido tiene científicamente pocas décadas de vida. Fue el radiólogo infantil J. Caffey el que recurrió a ese término en 1972 para explicar las alteraciones que presentaban niños de corta edad que habían sido sacudidos bruscamente de forma reiterada en un intento de calmar su llanto. Aunque, desgraciadamente, fue un alpinista suizo el que lo popularizó al morir su bebé a causa del trastorno.
Es cierto que este síndrome, normalmente, se asocia al maltrato infantil. Sin embargo, los expertos aseguran que es importante saber que zarandear a un bebé para que deje de llorar, lanzarlo al aire aunque sea jugando y menearle o agitarle con brusquedad son prácticas que le pueden generar lesiones cerebrales irreversibles, como dañar las neuronas provocándole problemas de aprendizaje.
Por qué y a qué edades se produce el síndrome del bebé sacudido
Considerado como un extraño mal, por regla general se puede decir que este trastorno viene provocado por:
- Una actitud tan espontánea como inconsciente de los padres y de la familia de un bebé, cuando se les sacude en juegos que van desde levantarlo en el aire y bajarlo con fuerza, hasta sentarlo en las rodillas, cogerlo de las manitas y hacerlo cabalgar de modo algo brusco.
- Otras veces se produce cuando, quizá por negarse a comer o a dormir, se le coge por los hombros sacudiéndolo con cierta agresividad.
- Abuso infantil.
Su punto más débil, la cabeza, queda expuesta en el zarandeo y, por puro desconocimiento, se le pueden provocar lesiones cerebrales serias que no son visibles al principio.
Los principales afectados son los bebés menores de doce meses, ya que las estructuras craneales aún se están formando. Pero las consecuencias de la sacudidas pueden extenderse hasta los cinco años.
Según los expertos, los niños prematuros son más propensos a sufrir este mal. Los síntomas también pueden evidenciar una alteración genética y enfermedades como la osteogénesis imperfecta o «huesos de cristal».
Síntomas y señales de alarma
Cuando la sacudida se realiza de forma muy enérgica puede ocasionar, de manera inmediata, algunas de las consecuencias siguientes:
- Que la respiración se detenga momentáneamente.
- Una irritabilidad extrema en el pequeño difícil de calmar.
- No se ríe ni gesticula.
- Ojos enrojecidos.
- En algunos casos, convulsiones.
- Letargo y debilitamiento en piernas y brazos.
- Pérdida del apetito y vómitos.
- Fiebre.
- Parada cardiaca.
Zarandearlo no lo calmará
El llanto prolongado del bebé y la frustración por no lograr que se calme pueden alterar hasta el punto de sacudirlo pensando que así reaccionara y dejará de llorar.
Es posible que cese un momento, pero el llanto volverá. Si se trata de un pequeño que llora con mucha frecuencia, lo mejor es hablarlo con el pediatra para que de las pautas de actuación correctas.
El llanto es el modo que tiene el pequeño para expresar lo que le ocurre y lo utiliza como reclamo. Es posible que llore con tanta insistencia porque le toca comer o porque la comida no lo deja satisfecho y tiene hambre. Conviene vigilar esta probabilidad y ponerle remedio.
Otras situaciones como la irritación por el pañal, los primeros dientes de leche o el estreñimiento infantil también pueden causar llantos constantes en el bebé.
Procura que no pase frío ni calor.
Puede ocurrir que el bebé tenga algún malestar que no se percibe a simple vista. Si sospechas que es un cólico, ponlo boca abajo sobre tus brazos o masajéale la barriguita; estos remedios para los cólicos del lactante suelen funcionar bien.
Procura no sobre estimularlo porque si está alterado también llorará más. Ponle música suave o paséalo en tus brazos para calmarlo.
Cámbiale el pañal y acuéstalo. A veces lloran por cansancio.
Los efectos del zarandeo en bebés
Esto es lo que puede ocurrir en el cerebro de un bebé al recibir fuertes sacudidas:
- Al estar todavía formándose, el cerebro va de un lado a otro de la cabeza, lo que los especialistas llaman «efecto coctelera», provocando cierto impacto contra el hueso del cráneo.
- A raíz de ese impacto, pueden romperse los finos vasos sanguíneos que unen el cerebro con la base craneal, dando lugar a una hemorragia. Esta sangre se acumularía en la zona que envuelve dicho órgano y podría afectar al desarrollo del niño.
- También se llegan a producir lesiones en las neuronas y, como consecuencia, el pequeño puede tener problemas de aprendizaje
- Otro efecto de ese vaivén —y el más grave— es la hinchazón del cerebro. Estas secuelas por lo general aparecen cuando el zarandeo es muy continuado y se realiza de forma violenta.
Acude al médico cuanto antes
Si sospechas que el pequeño puede haber parecido algún daño y notas alguno de los síntomas citados anteriormente, acude a un servicio de urgencias cuanto antes. Una vez allí:
- Le harán una resonancia magnética o una tomografía para comprobar si existe hematoma subdural, es decir, acumulación de sangre entre el cerebro y el cráneo, o edema cerebral, que es la hinchazón de la masa encefálica.
- También realizarán una radiografía para confirmar que no se ha producido una fractura craneal. Se la harán sobre todo si existe sangrado en el ojo.
- Es muy posible que los servicios médicos avisen a las autoridades pertinentes, ya que estos casos son sospechosos de maltrato infantil. Si se ha producido simplemente jugando con el pequeño o por accidente, en principio bastará con explicar al detalle lo ocurrido para ayudar en el diagnóstico.
Cómo prevenir el SBS
- Asegúrate de que quienes están con el bebé eligen juegos acordes a su edad.
- No conviene lanzarlo sobre la cama, ni siquiera desde poca altura y por más acolchada que sea, aunque parezca que se lo pasa bien.
- Procura no llevarlo a cuestas sobre los hombros si tiene menos de tres años.
- Tampoco debes hacerlo girar agarrándolo de las manos, ni sostenerlo de los pies de forma que su cuerpo quede hacia abajo.
- Sostén su cabeza con una mano cuando lo levantes y —si es recién nacido— tenla siempre apoyada en el brazo. Así, tanto la cabeza como el cuello tendrán sujeción.